A vueltas con las propuestas del 15 M.

A vueltas con las propuestas del 15 M.

Comparto con gusto y con su permiso esta conversación de una conocida y por mí admirada filósofa española extraída del foro en el que participamos los asesores filosóficos. Sigue al hilo del pensamiento que ya os expuse hace dos o tres meses…
«Para que unas propuestas sean realistas han de poder hacerse efectivas. Un partido hace propuestas porque se supone que si accede al poder tendrá capacidad para materializarlas, al menos algunas de ellas. ¿Cómo se materializan las propuestas del 15-m? Si no se va a constituir como un partido que entre en el juego político, ¿cuál es la vía para hacer esas propuestas, o algunas de ellas, efectivas? ¿Cómo pueden llegar a traspasar a las instituciones, que es lo que mediría la eficacia del movimiento? Porque entiendo que el 15 m no aspira meramente a hacer una labor de unión y ejercicio asambleario entre personas con inquietudes afines, con un efecto pedagógico entre quienes quieran escucharlos (lo cual, por cierto, sería un objetivo legítimo y realista), sino que su objetivo es más ambicioso, aspira a cambiar el sistema. Incluso… ya. La única vía que se me ocurre para que alguna o algunas propuestas pudieran hacerse efectivas sería que algún partido las llevase a debate al Parlamento. Luego, además, tendrían que ser aprobadas. En fin, que habría que contar con los partidos, algo que se aparta de la aspiración asamblearia del 15-m. Pero, ¿qué otra vía hay?
Hablas de encontrarnos con el otro en pie de igualdad en la plaza donde se delibera y se toman las decisiones relativas a la acción colectiva. Añado que hoy por hoy el lugar en el que se toman decisiones a la acción colectiva es el parlamento o parlamentos. En las asambleas del 15-m se toman decisiones en torno a la acción del 15-m, no sobre la acción colectiva. Del mismo modo, sus propuestas son sus propuestas, no son las propuestas de la ciudadanía. Si aspiramos a ser democráticos, antes habría que comprobar que dichas aspiraciones coinciden con las aspiraciones de la mayoría de la población; nadie puede hablar en nombre de “el pueblo” o de “la ciudadanía”, a no ser que haga de estas nociones un uso ideológico. Yo, por ejemplo, tengo mis serias dudas de que la mayoría de la población estuviera dispuesta a invertir tanto tiempo de sus días en asambleas y debates. (…) O defender un modelo asambleario como el más apropiado para la política global, antes de que se haya puesto a prueba y la realidad haya demostrado hasta dónde es posible aplicarlo, hasta dónde no, etc. Veo poca prudencia en ese tipo de afirmaciones contundentes y no pasadas por la prueba de los hechos y del tiempo. La política real es un continuo ajuste, un continuo ensayo y error… los dogmas están fuera de lugar, salvo en los principios filosóficos últimos y en los derechos básicos».

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