Hay en la primavera dos o tres días seguidos de intensísimo viento. Aquí en Valencia, alcanza sin parar y durante esos días contínuos, los 80 ó 90 kms. hora, de manera que ramas viejas de árboles, débiles brotes de flores, y nuevas plantas sin raíz, caen por la fuerza del viento. A pesar de que esos días suelo coger un fuerte dolor de cabeza, me gusta salir a filosofar y ver las rudas olas que también golpean el mar y destrozan la antes plácida playa mediterránea.
Siempre en la vida viene a agitarte un suceso, una persona, un sentimiento extraño, a hacerte reflexionar en tus seguridades, a oponerse a tu fortaleza para que puedas medir tus fuerzas y estés listo para la primavera que se avecina. Ver en los huertos las flores caídas, las débiles y marchitas que no soportaron la prueba es bueno. Es bueno recibir durante unos días, o unas horas, una época del año o de la vida, la fuerza del viento en contra, para que nos quedemos con los frutos más interesantes, con los valores más fuertes, con las vivencias mejor preparadas quizás para cambiar página y dar un nuevo paso en otra etapa de la vida.
No te quedes fijo; inerte, sin movilidad. No tengas miedo a los retos que te presenta el viento adverso de la vida. No sucumbas. Resiste, camina. Te aseguro que los días posteriores a las rachas de viento, son los más bellos y agradecidos de la primavera. Es una lección de la naturaleza que siempre quiere vivir, mejorar y crecer.
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