Una de las cualidades que más se enseñan en el Asesoramiento es la capacidad de escuchar.
El Asesor con el que te orientas, te escucha pero no emite un juicio al mismo tiempo que tú hablas. La capacidad de un buen asesor filosófico es librarse de la natural tendencia humana a etiquetar a las personas, a los problemas y a dar las soluciones por adelantado a los problemas con los que problamente acierte, o no…
Cuando viene un amigo o familiar a pedirnos consejo, por inercia tendemos a decirle en que se ha equivocado, o tomamos la postura a favor -con lo que somos complacientes-, o en contra, -con lo que seremos displicentes-…
Cuando acudas a tu Asesor no encontrarás una postura complaciente o displicente; sencillamente una postura coherente con la verdad que los dos querremos descubrir.
Queridos 5 lectores, (ya van en aumento): os pido el ejercicio de escuchar al otro sin prejuicios, sin soluciones predispuestas, sin mezcla de sentimientos que puedan predisponer nuestro juicio a favor o en contra del que acude a nosotros en busca de consejo o simplemente con la humana necesidad de desahogarse.
Concluyo con un ejemplo: hace tiempo vino un antiguo alumno a contarme los últimos avatares de su vida: él esperaba que los condenara, pues eran aparentemente reprochables. Mi función de Asesor no es la de ser juez. Es él el que tiene que decidir la bondad o maldad de sus actos, en sus circuntancias de tiempo, lugar…
Te puedo decir que mi alumno se fue más agradecido por poder reflejar la verdad de sus actos en el espejo de su Asesor. Yo no lo juzgué. Él sí a sí mismo. Esa misma tarde recibí un bello mensaje: «César: nunca debí de dejar de aconsejarme contigo». Espero que persevere en su propósito hasta que reoriente su joven vida. Saludos y buen puente de Mayo.
Sí que entiendo ahora tu descripción de subliminal; Tusitala.
Y creo que pienso como tú; hay un momento que el Asesor debe de ver con claridad la verdad y debe de abrir esa múltiples puertas para que el Asesorado sea quien las descubra y las abra.
Ah, se me olvidaba.
Otra forma de indicación subliminal, posiblemente la más efectiva, sea la que proporciona el propio comportamiento. Poner el práctica la coherencia de la que hablábamos más arriba.
Si esa persona no sólo oye lo que dices sino que ve que haces tú mismo lo que dices seguramente concluirá, con razón, que tienes experiencia directa, que no es la primera vez que has abierto esa puerta y te has adentrado en el campo.
Bueno, esto da para mucho y no quiero insistir mucho más en esta cuestión.
Subliminal lo uso como «no explícito».
Si alguien tiene un problema, es consciente de él y pide ayuda, la ayuda debe ser explícita, directa.
Si alguien tiene un problema, es consciente de él pero no pide ayuda, se le deja que trate de solucionarlo. Sólo se interviene, no explícitamente, cuando se le ve atascado en un punto. La intervención subliminal consistiría en indicarle, de entre muchas puertas con las que se encuentra esa persona, una de las que podrían ayudarle a seguir el camino. Una forma de proporcionarle un atajo. La intervención «controladora», en cambio, consistiría no ya en indicarle la puerta, sino más bien en cogerle la mano y llevarlo no sólo a la puerta, también se le abre y seguimos con él hasta que complete el camino que le lleve a encontrar una solución a su problema. Obviamente, no me refiero a eso.
Se trata, en último término, de una indicación sin imposición. Si no toma en cuenta la indicación, no se insiste en la cuestión. Eso sí, esa información «queda» en su base de datos y cuando decida ir por sí mismo a esa puerta seguramente recordará lo anterior.
De todos modos, es un tema delicado en el que hay que ir con mucho tiento para no caer en la tentación de agarrarle la mano.
Un saludo
¿Pero que entiendes por subliminal? Tusitala; ¿no sería este un modo de control indirecto o sublime? Cuidaros y saludos.
Hola a todos.
Tiene muy buena pinta el tema en estos momentos, sí, se puede explorar en condiciones porque hay vías suficientes de interés.
Lo primero que me llamó la atención es lo que comenta Mimundo al final de su última respuesta: «Algo que me cuesta tremendamente es cuando alguien comparte conmigo algo y veo la raiz del problema claramente y veo la solución enfrente de mi con absoluta nitidez y no debo decirselo a la persona que me confia su conflicto, porque he de tener paciencia de que esa persona llegue por sus medios a la evidencia… muchas veces olvido que no soy juez…pero confio en que poco a poco sabre ir situándome en el rol que me corresponde. Para frenarme, pienso que también soy sujeto de bloqueos y frustraciones, que también tengo problemas y que en el pasado no he aprendido en cabeza ajena.»
Es curioso, porque creo que eso nos pasa a muchos. Tenemos la solución que a otros se les escapa (por ofuscación o por cualquier otro motivo) y hay un impulso que nos motiva a soltárselo cuanto antes para poder ayudarle. El caso es que, como bien indica, eso no es siempre conveniente y hay que refrenar ese impulso, dejar que las cosas acontezcan de modo natural en la otra persona. Lo que planteo aquí es una posibilidad, por si alguno lo ha probado a hacer y si le ha resultado: ¿podríamos, ya que soltarlo del tirón no parece la solución adecuada, ir «dejando caer» indicaciones de modo subliminal para que el otro pudiera recogerlas y de ese modo ayudarles en su «parto»?
Buenas noches a todos:
claro que es conveniente que ahondemos en este tema, Tusitala, tan propio del Asesoramiento F. Y también tan propio de la vida, pues como nos dicen Mimundo y Vayeciyos, no podemos vivir nuestra vida social o personal sin discutir y discutirnos. Eso lo damos por supuesto.
Pero antes me gustaría profundizar en el tema de la coherencia de la que habla Tusitala: yo creo que un buen maestro enseña lo que cree y lo que ha vivido como convicción. Aunque aquí no hablamos de enseñar una fórmula matemática (Mimundo está en el campo de la enseñanza), pero sí de enseñar algo que tiene que ver con el comportamiento moral. Si tu profesor de matemáticas es borracho es distinto a que lo sea tu profesor de filosofía, ética o religión. De hecho, los primeros filósofos «hacían escuela», en gran parte por la coherencia de doctrina y obras. A veces dudo si por intuición eres capaz de enseñar a alguien el camino sin haberlo tú recorrido.
Mimundo: yo creo que el ser tú mismo discutidora es una manera de discreción: o sea de conocerte mejor y mejorar tú misma, » de hacer tu poda» como decíamos en otro Post del Blog; pero sin llegar a ser una inquisidora enfermiza.
Estimado amigo Vayeciyos: hace tiempo leí una carta de un conocido y discutido místico que decía que su interior era como el mar: podía haber un huracán en la superficie, pero en su profundidad, era un remanso de paz, de silencio y seguridad. Yo creo que es mejor lo que sea mejor para tí: tú verás si necesitas diálogo o discusión.
Eso de «no discutir» creo que no existe en mi mundo… y sin juzgar menos todavía. Siempre ando analizando porqué una persona dice tal o cual cosa, cuales son sus intenciones, que le lleva a hacer algo, etc, etc. Y dificilmente soy capaz de ponerme en el «pellejo» de la otra persona.
Muy interesante la cita de Foucault, sin duda quien cree en un camino correcto y pretende enseñarlo debe de haberlo tomado también ya que de lo contrario sería torpe o nos engañaría; y lo mismo, como dice Tusitala, en nuestro interior. Ahora bien, retomando lo que nos dice sobre si en nuestro interior hay discusión o diálogo: yo, como persona de a pié, que acude a un asesor fiosófico y que se adentra en este tema de la escucha activa que César (El Filósofo) nos propone ¿qué opción he de tomar? o más correctamente ¿qué opción he de lograr?. Ya que es obvio que en el asesoramiento filosófico el dialogo es más aconsejable; pero, ¿y en la vida, en la sociedad actual?.
Intentaré explciarme mejor. Esta sociedad es acelerada, como se ha comentado antes, y nos encontramos inmersos en ella. Nuestro interior ha de corresponderse con el exterior, si internamente discutimos, externamente discutiremos. Pero si por el contrario, dialogamos quizás seamos un retraso para esta sociedad, será más dificil «sobrevivir» ya que en el trabajo, en la familia, en el grupo etc no daremos «la talla». Resumiendo la cuestión:
¿Qué me conviene más, ser dialogante conmigo mismo, o discutirme?
Muchas gracias por vuestro recibimiento, me habeis hecho sentir bien.
Este último post de tusitala me hace pensar y voy a permitirme hacerlo en alto…
La armonía entre discurso y vida es algo dificil, pero absolutamente necesario para cualquier cosa… es lo que se llama coherencia y, yo creo, que deficilmente nadie buscaría asesorarse de un incoherente… sería como volverse loco; aunque hay ciertas incoherencias inherentes al ser humano, recuerdo aquello de «haz lo que yo te diga y no lo que yo haga»…
Por tendencia soy «discutidora» a pesar de que considero que dialogo conmigo misma de vez en cuando…pero siempre me discuto… Creo que es mejor tener la cualidad deldiálogo interior sereno y procuro aprenderlo.
En mi trabajo, he aprendido que no todo tiene respuestas inmediatas, generalmente trabajo con personas que consiguen a largo plazo (y si consiguen)…que no he de perder la paciencia, que debo aprender a esperar aun más y de una manera positiva…
Algo que me cuesta tremendamente es cuando alguien comparte conmigo algo y veo la raiz del problema claramente y veo la solución enfrente de mi con absoluta nitidez y no debo decirselo a la persona que me confia su conflicto, porque he de tener paciencia de que esa persona llegue por sus medios a la evidencia… muchas veces olvido que no soy juez…pero confio en que poco a poco sabre ir situándome en el rol que me corresponde. Para frenarme, pienso que también soy sujeto de bloqueos y frustraciones, que también tengo problemas y que en el pasado no he aprendido en cabeza ajena.
Hola mimundo, bienvenida a esta tranquila estancia.
Me gustaría proponerle a César (el filósofo) ahondar en esta fundamental cuestión todo lo posible.
Esta mañana encontré casualmente en la estantería el libro de Mónica «Filosofía, maestra de vida» y encontré esta perla de Foucault. Clara, sencilla, y desgraciadamente muy alejada del sentir actual sobre qué es o no digno de tenerse en cuenta:
«El criterio decisivo que permite identificar en el mundo grecorromano al que dice la verdad, al filósofo, no se encuentra en su nacimiento, ni en su ciudadanía, ni en su competencia intelectual, sino en la armonía que existe entre su discurso y su vida», M. Foucault.
Armonía entre discurso y vida. Sí, esa es la clave. Puedes teorizar todo lo que quieras sobre la «escucha activa», plantear miles de forma de realizarla, pero en última instancia ha de se la propia praxis la que determine los pasos a dar. Pensemos por un momento en nosotros mismos, en nuestro interior, y reflexionemos seriamente sin en él hay diálogo o discusión. Es importante este punto porque de lo que se cuece en el interior de uno mismo se proyectan muchas veces actitudas «hacia afuera». En ese sentido, el que frecuentemente discuta consigo mismo (tenga peleados sus aspectos cognitivos y emocionales, por ejemplo), encontrará del todo normal afrontar la comunicación con otros en forma de discusión (no confundir con pelea, riña). Es decir, para él será más importante tener razón que fluir en la conversación, aprendiendo. En cambio, quien está acostumbrado a un diálogo interno (fundamentado también en una suerte de «escucha activa», por lo general desde la faceta más evolucionada de nuestro interior, la cognición, frente a la menos evolucionada pero más fundamental de las emociones), entenderá normal una comunicación dialógica con los demás, sintiéndose ciertamente incómodo en las discusiones.
Es cierto que no siempre se puede dialogar y que a veces es mejor discutir una situación, pero en una experiencia de asesoramiento filosófico posiblemente sea más adecuada la opción del diálogo, algo que se da con poca frecuenca en nuestra acelerada sociedad. Todo tiene que ser para «ya», todo tiene que dar resultado al instante, no hay paciencia para esperar que los frutos se desarrollen, en su tiempo y forma, se fuerzan las situaciones para llegar a un sitio, y en esas condiciones no es posible el diálogo, ni la escucha activa. Un poco de pausa antes de continuar. Perder un minuto para ganar una vida. No creo que sea un mal «negocio».
Bienvenida Mimundo:
Es un espacio abierto a todos. Esperemos que te ayude y yo también trabajo en el campo de la educación.
Te deseo suerte y virtud en tu ejercicio de escuchar sin juzgar.
El tema del asesoramiento filosófico me parece muy interesante, hoy por casualidad me he encontrado con vosotros, me ha encantado leeros.
Que dificil es escuchar simplemente, sin emitir juicios, pero me viene a la mente un caso de alguien muy cercano a mi, en el cual creo que he cometido el error de opinar demasiado y voy a seguir la linea de lo que aparece en el post de hoy.
Perdonadme si he asaltado este espacio sin deber.
No soy psicologa, ni filosofa…me dedico a educación, pero me encantaria poder venir por aqui y compartir vuestras ideas, aportando en la medida de mis posibilidades lo que pueda.
Os saludo.
Hola vayeciyos, y a todos:Con vuestro permiso, os ‘contaré una historia’ que extraje de este enlace (es el que encontré más a mano para relatar la historia de Tusitala, con referencia a sus dos obras más renombradas). Luego retomaremos la idea de la ‘escucha activa’: />«Robert Louis Stevenson retornó a Escocia con su nueva familia y comenzó a escribir “La Isla del Tesoro”, dedicándola a Samuel, el otro hijo de su esposa, siendo una novela de aventuras hecha para un adolescente, en la que un chico, Jim, debe enfrentarse a los piratas Pew y Long John Silver. Su esquema argumental fijó las pautas de lo que de ahí en adelante se conoce como «una de piratas». El tema del tesoro escondido y su misterioso plano, el motín a bordo, las supersticiones de los marineros y hasta el infaltable estereotipo del loro, el parche en el ojo y la pata de palo, tienen su modelo más acabado en esta novela. «La Isla del Tesoro» le aseguró a Stevenson un lugar entre los más imaginativos escritores de su tiempo y desde entonces ha sido leído por sucesivas generaciones de todas las edades, pero, incomprensiblemente, no fue aceptada como se merecía. Si bien fue un éxito de ventas, recibió duras críticas.»«Recluido en la casa de Bournemouth, dependiendo económicamente de su padre y preocupado por su delicado estado de salud, Robert Louis Stevenson encontraba en el trabajo constante la mejor terapia. En esta situación, más que apurada, tuvo lugar la creación de “El Extraño Caso del Doctor Jekyll y Mister Hyde”, a propósito de la cual vale la pena contar algo más detalladamente lo que su autor resumió con estas lacónicas palabras: “El famoso libro fue concebido, escrito, re-escrito e impreso en diez semanas”.»«Stevenson dedicó los tres días siguientes a la noche del sueño a elaborar y terminar, en un prodigio de esfuerzo creador, el manuscrito de Jekyll y Hyde. Sin embargo, ante las críticas de su mujer, quien tenía pretensiones literarias, lleno de cólera, Stevenson arrojó al fuego aquel texto de 30,000 palabras y en otros tres días de trance literario escribió una nueva versión, sentado a la orilla de la cama. La cantidad de trabajo que esto implica es asombrosa. Que un inválido en las condiciones de salud del escritor hubiera sido capaz de llevar a cabo solamente el trabajo manual de poner en papel 64,000 palabras en seis días, parece casi increíble. Sufría continuas hemorragias y apenas si podía hablar; al grado de que solía recurrir al papel y lápiz para conversar. Se sospecha que en la primera versión de esta novela Stevenson se sirvió de sus experiencias personales de doble vida para describir de una manera más realista los excesos a que se da Jekyll bajo el disfraz de Hyde.»«Su casa estaba en una ladera del Monte Vaea, contemplando ese mar que el escritor amaba tanto, como a él le querían y respetaban los nativos, quienes le otorgaron el título de Tusitala, que equivale en su idioma a “Caja de cuentos”. Instalado en la isla de Samoa, pasó los últimos cuatro años de su existencia entre los indígenas del lugar. Allí logró dedicarse plenamente a su vocación, lejos del mundanal ruido y ser reconocido por los que lo rodeaban. Al final de sus días, Stevenson había hallado, de algún modo, la isla de su propio tesoro.»«Hombre enfermizo toda su existencia, Robert Louis Stevenson escribió por hambre y por la necesidad de sobrevivir “unos pocos años más” para mantener a su familia. Sus novelas fueron fruto de la desesperación más que de la inspiración. Su vida de escritor fue corta pero prolífica: 15 novelas en 12 años. Su deficiente salud y el exceso de trabajo fueron las causas de su muerte a la temprana edad de 44 años. Sin embargo, continuó disfrutando de la bebida y otros placeres, hasta el punto que minutos antes de caer fulminado por el ataque de apoplejía que le condujo a la tumba, llevaba una botella de vino en su mano. Falleció el 3 de diciembre de 1894 de una hemorragia cerebral en su casa Vailima de Samoa, a donde llegara cierto día en uno de sus tantos viajes y decidiera instalarse, enamorado de aquellas tierras. La muerte prematura de Robert Louis Stevenson conmocionó a la sociedad de su época. A partir de entonces, casi no ha habido año en que no se publique una nueva biografía del escritor. Tras una despedida popular, fue enterrado en el lugar que él mismo escogió, la cima del monte Vaea, cerca de Valima, su hogar samoano. Los nativos escribieron en samoano: «Esta es la tumba de Tusitala». Robert Louis Stevenson había escrito su propio epitafio: Bajo el inmenso y estrellado cielo,cavad mi fosa y dejadme yacer.Alegre he vivido y alegre muero,pero al caer quiero haceros un ruego:Que pongáis sobre mi tumba este verso: «Aquí yace donde quiso yacer;de vuelta del mar está el marinero,de vuelta del monte está el cazador».»
Increible como está subiendo de nivel este blog. ¡Felicidades!, y bienvenida Tusitala, tus aportaciones enriquecen en gran medida estos textos. Después de leer todo lo que habéis puesto me da la impresión de estar en Grecia, tumbados en el césped discutiendo sobre cómo filosofar en la actualidad mientras comemos uvas. jejeje
Pensaba entender a la «perfección» el sistema del asesoramiento filosófico, pero después de leer todo esto veo que es algo mucho más profundo, y me replanteo más seriamente la posibilidad de hacer uso del asesor más cercano, algún día con tiempo te mandaré un mail César…
Por cierto, yo si entendí a choco, será que le conozco mejor…
un saludo
Efectivamente Tusitala; es imposible escuchar sin juzgar y pensar sin juzgar, pero creo que el mérito de un buen filósofo está en hacer de esta práctica un estado de vida y de pensamiento para enfrentarse con libertad y sin predeterminismos a la verdad de cada persona que venga a pedirle consejo. Un saludo.
¿Puede ser que exista cierta confusión con el término «activa»?
Lo comento porque solemos asociarlo a algún tipo de reacción. Lo ‘activo’ de la escucha, en el sentido que se le pretende dar a la ‘escucha activa’, puede verse como una predisposición proactiva, atenta a escuchar realmente. Una suerte de apertura a lo que el otro quiere decirnos y como quiere decírnoslo. Suspender por un momento el incesante run-run de nuestras ideas preconcebidas y dejarnos llevar por lo que nos cuentan. No es tan fácil como teorizarlo, qué duda cabe, por eso me extraña que no se le dé apenas importancia a esta acción. Tal vez sea porque se dé por supuesta sin más, como considerando que es algo que ocurre siempre que escuchamos a alguien.
Pero no es así, ni siquiera cuando ponemos muchas ganas en el intento.
Gracias Tusitala por el texto: ya he contestado al foro de Asepraf. Espero llegue.
Choco: no es posible pensar sin juzgar- o sea, nuestros pensamientos se componen de juicios-, pero aquí nos referimos al ejercicio de escuchar sin etiquetar y sin ir dando soluciones antes de tiempo. Puedes leer la última aportación de otro foro arriba que ha copiado Tusitala y creo que te lo aclarará. Saludos a La Lomilla, ese paraíso de Granada.
A ver, quizás no me expliqué bien… o me faltaron signos de interrogación. Mi pregunta es si es facil para el orientador no caer en el juicio.
«Mi madre, que era una gran filosofa asesora, le decía a mi querida y conflictiva prima:
Cuando tengas conflictos cuentamelos a mi y no a tu madre que a mi se me olvidan pero a tu madre no.
Yo no creo posible la eliminación del juicio y mucho menos la etiquetación. El filósofo asesor juzga y etiqueta y, porque es muy consciente de que lo hace de cómo lo hace, puede aparcarlo y escuchar al otro, ofreciéndole un espacio para que despliegue y vea sus propios aciertos y sus contradicciones.
Mercedes»
(No recordaba que le respondí, aunque le remitiera a tu respuesta)
«Supongo que César se refiere a no juzgar conscientemente mientras te lo está contando, aunque «por dentro» se vayan conformando juicios. Aunque lo mejor es que sea él quien lo explique cuando vuelva del puente.
José Luis»
Sí, por favor; me interesan las opiniones todas pues nos enriquecen.
El caso es que no pude defender nada porque pensaba que tenías acceso al grupo.
Si quieres, traigo aquí el texto de Mercedes y le respondes. Luego se lo hago llegar allí. De ese modo lo mismo revitalizamos el tema que quedó un tanto en suspenso.
Ah, se me olvidaba. Gracias por la bienvenida, choco.
Hola Tusitala:
No sé qué me pasa con Asepraf que alguien me habrá dado de baja, pues tengo varias semanas sin recibir nada del foro. Es la segunda vez que me pasa. ¡Qué pena no haberme enterado! Pero gracias por defender esta postura que creemos coherente.
En efecto, César, suele ser más habitual juzgar al conocido que al extraño, sobre todo por la carga pre-juicial que nos predispone a no escucharle activamente.
Por cierto, hace mucho que no nos visitas (Asepraf). Puse allí este texto y obtuvo un disenso. Igual te gustaría responder allí.
Un abrazo
No estoy de acuerdo Choco: generalemente es más fácil-en mi opinión-, no juzgar a una persona cuando NO la conoces. Y lo contrario: es más fácil juzgar a una persona si la conoces.
Además la idea es no darle una dirección a seguir; sino que él mismo la descubra. Gracias por intesarte y ojalá te sirva
Lo que nos dices es sensato, pero… realmente para ti es fácil dejar a un lado tu opinión personal y señalar una dirección a seguir (juicio en definitiva)? y más aún como en el ejemplo que nos compartes, cuando la persona es tan cercana a ti.
Bienvenido al grupo tusitala!!
Tusitala: gracias, siempre es bueno saber que se rompe el récord mensual de lectores de este blog. Un saludo.
Te comunico, amigo filósofo, que ya somos 6.