Como sabéis vivo en un país de tradición cristiana. De práctica en franca decadencia. De ritos sin razonar. De fe festiva y sin trasmutación a la vida diaria. Excepto en muy pocos casos y excepciones. Hay en España algunos casos ejemplares por su acertada virtud y otros deplorables por su exagerada ultranza e irracionalidad.El viernes santo, -como es costumbre-, fuimos a ver las procesiones de La Pasión al pueblo de mi mujer. Mi hija, a un mes de los tres años, está acostumbrada a ver estatuas y pinturas en Iglesias, cuadros, casas… también a rezar sus oraciones infantiles que llegan al cielo.
Todas las procesiones portan andas con estatuas de un arte religioso bellísimo y secular, que puede conmover al más increyente… Estábamos arremolinados entre la gente cuando mi hija vio que uno de los pasos, que consistía en una mujer real vestida de virgen María con la corona de espinas de su Hijo entre las manos… gritó:
– ¡Mamá: la Virgen camina!-
Para ella y para todos, la fe no debería consistir en frías figuras de yeso o madera… debe estar viva, comunicar, concretarse en la vida diaria, en la casa, en el trabajo, en tus principios personales… en fin en… caminar.
La única religión con un futuro asegurado humana y numéricamente en la vieja Europa es la musulmana… y los cristianos deberíamos preguntarnos con el poeta…
«¿Somos los hombres de hoy, aquellos niños de ayer?…»