Recuerdo que en un libro sagrado aparece un texto de un profeta que decía «Todo lo hago nuevo». Ahora que tengo la suerte de poder disfrutar de la paternidad y del trabajo que me hacen descuidar este Blog, he podido observar como aprendiz de filósofo algunas actitudes de mi hija.
A ella todo le parece nuevo; de hecho lo es; pero logra no aburrirse de los gestos, de los besos, de las despedidas, de los actos repetitivos que los hombres convertimos en rutina a lo largo de nuestra vida y que nos parecen viejos, usados, sin sentido, o sea, no nuevos.
Creo que la inocencia y la lección que nos dan las vidas bien vividas, las verdaderas, y en especial las de los niños, es que logran «hacerlo todo nuevo», hacerlo todo novedad. Y por ello poseen ilusión en todo; despiertan riendo y van a dormir agotados riendo y sueñan con estar despiertos para verlo todo otra vez con ojos de bondad, de admiración, como una oportunidad, sin rutina.
Querido lector abandonado: no caigas en la rutina de la vida que es el cáncer de la ilusión, aprovecha estas fiestas de pascua o de primavera para volver a abrir los ojos a la nueva vida que florece en la naturaleza y sin duda en tu interior. Hasta pronto; (¡esperemos!)…
Sólo te aseguro que una persona que lo hace todo nuevo, logra hacer de cada acto, un acto de amor y un momento de cielo. Compruébalo.
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