«Estamos en tiempo de crisis, pero no estamos en guerra». Encuentro cada vez más cómplices en la vida política de la ruina económica y social en la vivimos o en la que caminamos muchos países. Avanzando con la venda en los ojos por la tabla temblorosa de la democracia -que ya sólo mantiene el nombre-, sólo nos queda avanzar hacia el abismo donde nos esperan golosos tiburones para devorarnos. Escualos que son amigos íntimos del capitán del barco que defenestra a quien molesta.
Cuando los poderes de un país sirven para legislar, juzgar y actuar en favor de sus propios intereses, la democracia ha muerto. Y la Constitución es un libro al servicio de ese cadáver. Cuando en una nación los partidos influyen y nombran a sus propios jueces, según su «ideología» entre conservadores y liberales o de derecha o izquierdas, me pregunto, dónde ha quedado la libertad de pensamiento, de elección, de recurso. Cuando los políticos no son capaces de negociar leyes y actuares fundamentales con sus adversarios, por el bien del ciudadano, me temo que quieren evitar cualquier autopsia. Cuando se quiere manipular la educación, los medios, los poderes públicos para controlar el pensamiento del ciudadano, estoy seguro que les urge un entierro rápido. Me acabo de enterar (espero no sea verdad), que se piensa poner a la filosofía como asignatura optativa.
Días tristes para la Democracia, para el pensamiento, para los que amamos el pensar (filosofía) y enseñar a pensar. Democracia, ¿poder del pueblo? No. Esos tiempos ya pasaron. Son épocas de nuevos nombres: Polito-cracia. Corrup-cracia. Banco-cracia. Y los que estamos fuera de esos poderes: «-A la tabla de los escualos grumete». Nos vemos antes de Navidad. Tranquilos. Seré más positivo, aunque menos realista.
Dejar una respuesta