Queridos 4 lectores y medio (el otro medio se ha perdido por tener casi dos meses sin publicar): para los que habéis dejado de seguir este pobre Blog por motivos que ya conocéis, os pido disculpas; pido disculpas a los que no he contestado sus breves aportaciones y a todos los que abrís mi página creyendo que hay un Blog que ya no escribía. Mi mujer tuvo un ángel (al que le hemos llamado María). Tiene casi 3 meses y pesa un poquito más de 6 Kg. Somos padres primerizos y quiero contaros esta nueva experiencia.
Yo he nacido amando (-casi adorando-) a mis padres, a mis hermanos; a mis abuelitos. Después vinieron esos primeros enamoramientos adolescentes en los que se te quiebra el corazón por amor y des-amor. Después tuve la suerte de experimentar enseñanzas religiosas a las que puedo decir que también fueron experiencias dolorosas acrisoladas por muchos sacrificios, que me enseñaron lo esencial que era poner el Amor como la savia de la vida.
La suerte, el destino, o la Providencia, hicieron que coincidiera un día y en un lugar concreto con la que ahora es mi mujer: ella me ama y yo a ella; de maneras diferentes pero complementarias. Cuando nos propusimos tener un hijo no teníamos contratos fijos, tampoco sueldos boyantes. Vivimos de alquiler y pertenecemos a la horda de mileuristas que apenas llegamos a fin de mes. Pero somos de ese raro grupo ( y quizá irresponsable) que pensamos con Virgilio que «omnia vincit amor» (todo lo conquista el amor). Ella está ahora en el paro pero no nos falta nada porque quizás vamos entendiendo que no hace falta «casi nada» para ser felices.
Termino: el amor a un hij@ es otro nivel, otra experiencia, algo indescriptible que te llena de ternura, de felicidad, de inocencia, de responsabilidad. Comparte todo lo dicho de los otros amores pero te obliga a redimensionar tus deficiones y experiencias de amor paternal, fraternal, divino y esponsal.
Espero esta disculpa os sirva. No he escrito por dedicarme y disfrutar de este nuevo Amor.
Dejar una respuesta