Llamo pasiones o afecciones, al deseo, a la cólera, al temor, al atrevimiento, a la envidia, a la alegría, a la amistad, al odio, al pesar, a los celos, a la compasión; en una palabra, a todos los sentimientos que llevan consigo dolor o placer. (…) Así, por ejemplo, en la pasión de la cólera, si la sentimos demasiado viva o demasiado muerta, es una disposición mala; si la sentimos en una debida proporción, es una disposición que se tiene por buena. La misma observación se puede hacer respecto a todas las demás pasiones». (Aristóteles; Moral a Nicómaco · libro segundo, capítulo V, párrafo II).
Entendemos con el pensamiento de Aristóteles entonces que «las pasiones pueden ser indiferentemente buenas o malas según la medida en que se las siente, y según los objetos a que se aplican. Por lo contrario, la virtud es siempre y exclusivamente buena; y el vicio es siempre y exclusivamente malo».
Una pasión bien dirigida, bien encauzada, bien educada, puede darte magníficos frutos; una pasión desmesurada, desordenada, desmadrada, puede conllevarte grandes quebraderos de cabeza. La bondad o maldad está en los extremos; en la incapacidad de conseguir un hábito mesurado en esa pasión; en la impotencia de controlarla cuando corresponde.
Cabe decir que al Asesorado que yo escuchaba ha terminado por mesurar su amor al dinero, a poner en su lugar al trabajo y a amar apasionadamente a su pareja… Un saludo y os deseo un menos caluroso mes de Agosto.
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