Uno de los lectores recientemente ha comentado al Blog en algún momento referencia a los términos de Goleman, «la memoria emocional» o «la inteligencia emocional»… y es por ello que me atrevo con cierto temor a hablar de las emociones que acompañan al ser humano. No me refiero, según la RAE, «al interés expectante con que participa se cuando ocurre algo» sino, a la «alteración del ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de cierta conmoción somática». Hay muchos tipos de emociones y quizás este artículo nos inspire a abrir un nuevo bloque de cada una de ellas: alegría, afecto, tristeza, miedo, cólera y otras como resentimiento, envidia, ansiedad, depresión…
Primero pienso que el ser humano lleva un kit natural y de nacimiento que le hace ser único en sus emociones: llorar ante una escena de cine o no; sentir compasión o no ante un pobre; tender a la alegría o a la melancolía…
Después creo la importancia que ha tenido nuestra educación en la infancia-adolescencia y en nuestra propia casa; y aquí me encuentro con la piedra con la que me topo siempre cuando os he hablado de otras facultades (memoria, imaginación…); yo entiendo que las emociones son educables y controlables aunque también hay un espectro importante de ellas que se nos escapan de las manos.
Finalmente opino que una persona en sus cabales debería, primero ser capaz de sentir todo tipo de emociones: las buenas y las menos buenas según las circunstancias en que le ponga la vida. En mis clases a alumnos de Derecho les pregunto si serían capaces de defender a un violador y me dicen que sí; pero cuando les pregunto si fuera el violador de su hija… me dicen que no. Hay emociones controlables e incontrolables, buenas o malas, oportunas y molestas… pero debemos cargar con ellas como parte del bagaje que nuestra personalidad tiene.
Después deberíamos ser capaces de expresarlas adecuadamente y de controlarlas y dirigirlas, siempre para el bien. Es evidente que aconsejaríamos a un asesino a sueldo de la película «El Padrino» que fuera compasivo y cambiara esa emoción de impiedad. Pero a una madre que se deja maltratar por su hijo, ¿no deberíamos recomendarle justo lo contrario? Leed los comentarios que hay muy buenos ejemplos que clarifican lo escrito. Hasta otra, queridos 4 lectores.
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