Soy un mexicano en España; trabajo como profesor de Universidad en Valencia. Desde hace años que mi madre me ha sugerido que vuelva al país que me vió nacer, pues salí de México siendo un adolescente, casi un niño. Y siempre le contesto a mi madre, que lleva más de 25 años viendo a su hijo cada 3 ó 4 años, que no puedo: que en México sería un revolucionario y que me encerrarían como a un loco, como un peligro público o que me matarían. Ella al inicio me decía que exageraba. Ahora mi madre ya no me insiste; lo acata resignadamente con razón.
Recibo diariamente muchos correos electrónicos de mi país. Mexicano: ¿por qué estás haciendo chistes del narcotráfico? Acaso, ¿no te das cuenta que es la manera de escape que has tenido siempre para acostumbrarte a lo malo o a lo mediocre? ¿No te das cuenta que cada vez que envías bromas relacionadas con el narcotráfico estás desdramatizando este grave asunto? O ¿acaso necesitas que te toque un balazo, que secuestren o violen a alguien tan cercano para poder entenderlo? Un momento: hace falta para salir a la calle que maten al hijo de un famoso y para que despierten, tu otra vez, anestesiada y adormecida conciencia …
A mis alumnos en la Universidad les digo que lo peor que le puede pasar a una nación es aceptar los males como bienes menores permitidos en su sociedad: políticos corruptos, desempleo, mediocridad educativa, desigualdad de oportunidades. Todo lo que llevamos permitiendo en México los últimos lustros, décadas y quizás ya siglos. No tengo la solución. Sólo hago una crítica cobarde desde la barrera. Pero al menos empieza por ti mismo; haz las cosas bien, no permitas la trampa, la estafa, la mentira, la mediocridad o la broma de lo peor que azota a tu sociedad. Dice el dicho que «cada pueblo se merece a los gobernantes que tiene». Con tristeza creo que México ha permitido el narcotráfico por que lo merece. Y que no acabará hasta que nos indignemos en tu casa, en tu familia, en tu ciudad, en tu Estado, en tu Nación. Y acabo este mensaje que ya empieza a ser molesto. Escoge: ¿Indignación o conformismo?
Dejar una respuesta